domingo, 15 de octubre de 2006

Se busca intérprete


René Magritte

De sueños.

Siempre tengo sueños extraños y ya hasta estoy acostumbrada a despertar impregnada de sensaciones amargas o hasta violentas de vez en cuando.

Anoche soñé con El Creador... como sea que se le nombre. Recuerdo estar esperando un eclipse en el centro de una plaza, cuatro hermanos míos a mis costados (yo sólo tengo dos), luego la silueta translúcida de un individuo se aproximó a nosotros. Tres lunas llenas a sus espaldas hacían las veces de puntos suspensivos en un cielo mostaza. Me invadió el más paralizante de los pánicos, apreté los párpados y cubrí con los puños mis oídos, me agaché y me contraje por completo hasta convertirme en un nudo tembloroso sobre el suelo. Él seguía de pie frente a mí, mirándome sin siquiera inclinarse un poco.

"Ahí viene el coco"

jueves, 12 de octubre de 2006

El vuelo del diablito rapaz




Algo así como la cabalgata del caballito de Tolsá que acabó frente al Munal, fue el aleteo de mi diablo; ésto claro, a una escala de mucho, mucho menor relevancia.

El Diablo nace el 2001, como buen augurio y en el 2002 se luce frente a un montón de mirones en la exposición de fin de cursos de mi generación. Esa noche causó sensación pero se dijo que no por encantador, como sea, ya redundé en el asunto y hasta tuvo su caricatura.

Tras la expo, un osado sujeto dijo que quería comprarlo en módicas y cómodas mensualidades. Después de tenerlo por Cristo de cabecera en la recámara durante casi año y medio, el desafortunado comprador que nunca pudo ir más allá de los 2 pagos se resigna a deshacerse de él y me lo devuelve. Me mudé y lo acomodé frente a la puerta de entrada donde se quedó los 9 meses que me duró el gusto de estrenar departamento. Luego, una serie de macabros y azarosos eventos me ponen bonita revolcada y rodando, rodando voy a dar hasta Veracruz, no sin antes regalar lo prescindible y delegar resguardo para las otras pocas cosas que importaban. Todas menos una... mientras la aspiradora, los sillones y algunos enseres domésticos acaparaban alojamiento en los hogares de la tía, la abuela, la "canita", etc., el Diablo colgaba en silencio de la pared.

En una cena fuera de casa (como si tuvieran miedo de que las escuchara)me preguntaron qué iba a hacer con él... dado que... nadie pensaba tenerlo siquiera de tapete en casa. Con ademanes de quien tira a la basura una de ésas bolsas que ya hasta escurren larvas me sugirieron que lo regalara.

Estuve pensando en donarlo al museo donde se había expuesto, pero un amigo que es abogado se ofreció a recibirlo en adopción. Un año después otra oleada de eventos azarosos me trae de regreso; luego de buscar los pedazos que dejé en el camino de ida y vuelta para armarme un poco de consuelo, mi amigo llega de visita. Me cuenta que su huésped le ha traído "buena fortuna" y vigila los clientes de su despacho en la oficina principal. La foto (que no es muy buena) la tomó él. No recuerdo la última vez que ví mi diablo, supongo me he encariñado con él por todas esas veces que literalmente le han cerrado las puertas. Como toda obra es una proyección personal del autor, sería sencillo suponer que una parte de mí (quizá más que eso) siempre incomodará a los demás.