lunes, 19 de junio de 2006

Gineceo

Escuela de Fontainebleau

La mayoría de las personas que llegan a conocerme más allá de la superficie tarde o temprano me hacen la misma pregunta:

"¿Te gustan las mujeres?"

Yo digo del modo más natural que las circunstancias permiten:

"¿A ti no?"

¿Y cómo demonios no va uno a observar la "figura femenina", acostumbrarse a ella, consumirla y venerarla si nos la han metido desde el biberón, pasando por la lonchera, la pizza de los domingos y la cena romántica? Y aquí señalo con mi dedote a todas aquéllas que dicen que no pero leen Cosmo, comen Low Fat Meals y hacen Pilates, mientras ven Ftv y no se pierden el desfile de Victoria's Secrets para ver lo que hay que ser.

Desde que el arte engendró los medios publicitarios impresos, no ha habido pretexto más recurrente que las nalgas y las tetas de las mujeres, que además tienen bien ensayado el numerito de hacer muecas de desprecio mientras se preguntan por qué los hombres sólo piensan en sexo.

El punto es que estoy tan habituada a observar a las mujeres como cualquiera, sólo lo admito más que la mayoría de mis congéneres, pero ante tanta insistencia he tenido que considerar el asunto con cierta seriedad un par de veces y meditarlo con calma. ¿El resultado? No... y lo lamento por quienes hicieron la pregunta con una sonrisa de complicidad. Supongo que no compartiré créditos en la fantasía tan popular de las dos nenas que se tocan, luego se besan, o al revés y al final... bueno.

Tocar y besar a una mujer me apetece tanto como hacerme el planchado de cabello para por fin ser lacia como el 99% de las hembras apetecibles de mi ciudad. ¿Por qué? Pues no se me antoja experimentar por ahí, ¿que hay que "probar cosas nuevas"?

"¿A usted señor, le gustaría un cambio de imagen y ver qué tal luce con un testículo menos?"

Tal vez no es el ejemplo perfecto, pero produce una respuesta instantánea.

Por otra parte,las mujeres requieren una inversión emocional y de tiempo que ni siquiera tengo para mí misma, sin mencionar que observarlas es una cosa y escucharlas es otra, esto no significa que sea misógina, pero si a eso sonó, ni hablar; lo cierto es que a diferencia de los hombres, logro comunicarme efectivamente con muy pocas. En fin... tal es mi punto y no por ello juzgo a quienes difieren, no voy a salir con la jerga de mencionar a los amigos homosexuales que admiro y respeto, no porque no los tenga o admire y respete, sino por ahorrarme el requemado discurso.

Una vez que respondo a la pregunta como ya dije que lo hago, viene el contra ataque, ya entrados en morbos...

¿Qué es lo que hace que ésta sea la fantasía más recurrente de los hombres?
También me pone a pensar en la vigencia de las fantasías, en las fantasías de nuestros abuelos, sin gerontofilia, por favor...