viernes, 21 de febrero de 2014

No me sigas, no me agregues, no des clic en "me gusta"

¿Como cuántas veces habrá dicho la gente como síntoma del hartazgo "¿A dónde vamos a parar?"?

No hay parada, es sólo una ambigüedad.  Ni siquiera sabemos con certeza dónde comenzó el... viaje (?), sólo es lógico asumir que nada se detiene ni lo hará jamás, así que ¿qué más da?   Lo único que hace todo, TODO en este mundo es continuar, evolucionar y todos nuestros juicios respecto a si lo hace bien o mal son sólo eso, juicios diminutos, apreciaciones limitadas y minúsculas de un instante dentro del perpetuo giro de las cosas en todas las escalas.  Apenas chasquidos, chillidos cortos que a lo mucho harán un coro como de estática por algunos momentos, como grillos en un picnic... por ahí, quién sabe en dónde, chirriando.

En la vorágine donde todos quieren trascender los límites personales y ser "alguien" para muchos más que sí mismos ¿cabe preguntarse dónde empezó todo? Da igual, lo indicado es preguntarse a dónde va, cuáles son las tendencias y cuál es nuestro sitio en ellas.  Una maratón saturada hasta la asfixia hacia el paraíso del reconocimiento, y quizá la "fama" (!).   ¿Es que todas esas estrellas de rock y de cine muertas por sobredosis en desconocidos infiernos internos de soledad no nos dicen nada? Aún así se antoja más ser infeliz y venerado que ser un anónimo dichoso, porque a fin de cuentas de qué sirve la felicidad si no se la puede presumir.  De qué.

Tanta sed de aceptación pareciera sólo hacer más confuso quién rayos éramos al principio, ¿será que lo recordamos o supimos alguna vez? ¿de verdad nos describe el collage de fotos que tenemos en facebook? Una vez más, da igual.  Tenemos medio revueltos los conceptos de soledad y aislamiento, del segundo huimos como de la peste pero pareciera que la soledad está convirtiéndose en algo cada vez más abstracto y el cuento es que sólo ella puede respondernos las preguntas importantes con autenticidad.    Tal vez pronto sea una figura mitológica lejana, una metáfora de algún ideal de que hablan los vetustos filósofos pero que nadie ha conocido.

Lo único seguro es que las cosas están aceleradas y no se ven signos de que la velocidad vaya a reducirse pronto, una década de redes sociales es algo relativamente corto pero por la forma en que han cambiado las cosas es difícil recordar cómo era todo antes de que llegaran.  ¿Qué sigue después de ellas? Este mercado caprichoso y egoísta en el que nos han convertido se aburre fácilmente, ¿Qué nuevas invocaciones se requieren para mantener cautivo nuestro interés y/o lealtad?  Mientras tanto, llevamos diarios personales, ilustrados, enlazados a escala global en algo así como una edición surrealista de la "Historia UltraModerna de la Humanidad" pésimamente relatada por ella misma.