viernes, 24 de junio de 2005

El diablito



Para la exposición final de mi noble pero poco remunerada carrera de Licenciado en Artes Plásticas estuve trabajando poco (francamente mucho, considerando que los semestres de 5 meses ya no son de 4, sino de 3) menos de un año en un proyecto acerca de los 22 arcanos mayores del tarot de marsella.

Para no hacer la misa más tediosa, escogí 12 arcanos, la típica mediocridad del estudiante mexicano me llevó a hacer sólo 9 de los cuales sólo unos 6 eran decentes y de ahí el maestro titular de la materia escogió 3 para la exposición colectiva del grupo.

Con más pena que gloria, expuse "La Luna", "El diablo" y "El carro"; para entonces ya había logrado vender la luna y el carro en abonos chiquitos para pagar poquito (el arte en este país se rebaja a categorías de Avon). El diablo fue muy admirado en la exposición,o eso pensé por la forma en que todos levantaban las cejas cuando estaban paraditos frente a él con su copa de Carlo Rossi por galón en la mano ¿habré malinterpretado?. No... mi diablo no es bonito, ¿quién, que se respete piensa en un diablo en serio con apariencia agradable? Yo estaba satisfecha con el resultado de las alas sanguinolentas y la expresión inescrutable (demonios, eso de "inescrutable" sólo lo dicen de la Gioconda!).

Mi maestra de práctica docente diría (con la franqueza que tres o cuatro de ésas copas de vino barato vacían al torrente sanguíneo):

-Oye... qué... este... qué maravilloso te quedó el diablo... este... sí, pero... blergh... yo eh... no me gustaría tenerlo en mi comedor -- traga más vino, pausa, sonríe y saluda a alguien por ahí -- felicidades otra vez, eh?-- palmadita en el brazo y fuga inmediata.

"Bien" pensé, después de todo, el diablo no es reconocido por ser grato y eso es lo que yo quería que pensaran. Una semana o dos después el diablo se vendió con la promesa de abonos chiquitos también... pasó un año y nada... a pesar de eso yo estaba contenta con la idea de que alguien se hubiera encariñado con él.

Unos seis meses después lo tenía de vuelta porque simplemente era imposible pagarlo.Entonces no me pregunté si eso tenía algún significado, pero estuve contenta de tener mi diablo de regreso.

Un día mi madre, su madre (la dulce abuelita del embrión de fe) y su hermana hablaban de Diosito durante la comida y yo escuchaba como lo he hecho desde los 7 años en reuniones de matriarcado: silente. Algo decían de mis "cuadros"

madre:
-El único que va a estar difícil que alguien quiera es el diablo ése-

madre de la madre:
-Ay noooo, quién va a querer algo tan feo-- (tardía, pero valiosa crítica sincera)

hermana de la madre:
-Es que ni siquiera lo deberías tener en casa, imagínate las vibraciones que atrae-- (docta en metafísica quien cree que los muñecos de felpa rojos hacen soñar feo a los bebés)

Fragmentación familiar en su más extraña variedad. Las relaciones familiares son a veces poco menos que lazos sanguíneos. Recuerdo también una ocasión en que me hicieron el honor de (por consideración a mi notable talento) pedirme hacer un Tribilín en una pared de 3 por 4 metros.

El diablo está en mi casa (qué bonito suena), por mucho que he refunfuñado por los comentarios familiares, está frente a la puerta de entrada y creo que hasta he pensado (como aquél que reenvía cadenitas, sólo por si acaso, o echa la sal sobre el hombro para no arriesgar) que al menos asustará a las visitas non gratas y a los malos espíritus.

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